El estado de Texas (EEUU) enfrenta su peor brote de sarampión en tres décadas, con 124 casos confirmados y al menos dos fallecidos, entre ellos, un niño.
El Departamento de Servicios de Salud de Texas (DSHS, en inglés) reportó la primera muerte vinculada al brote. Se trata de un niño en edad escolar y no vacunado, quien falleció tras haber sido hospitalizado en Lubbock la semana pasada.
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Más tarde, el secretario de Salud, Robert Kennedy Jr., confirmó una segunda víctima mortal durante una reunión del gabinete del presidente de EEUU, Donald Trump.
La mayoría de los contagios se concentran en una comunidad menonita con baja cobertura de vacunación, lo que ha favorecido la propagación del virus.
El sarampión es una enfermedad altamente contagiosa que puede derivar en complicaciones graves, como neumonía y encefalitis, especialmente en personas no vacunadas.
Según el DSHS, “una de cada cinco personas infectadas en un brote requiere hospitalización”.
Los primeros síntomas incluyen fiebre alta, tos y secreción nasal, seguidos de una erupción cutánea característica.
Las autoridades sanitarias han instado a la población a extremar precauciones y a quienes presenten síntomas a aislarse y buscar atención médica.
La vacunación es la forma más efectiva de prevenir el sarampión y evitar su propagación. Las autoridades han reiterado la importancia de inocular a los niños a los 12 meses y luego a los 4-6 años, como parte de la serie de inmunización contra el sarampión, las paperas y la rubéola (SPR).
En el caso del oeste de Texas, un área caracterizada por una comunidad menonita profundamente unida, el acceso y la aceptación de las vacunas ha sido limitado.
Muchas familias en esta zona han optado por no vacunar a sus hijos, lo que ha facilitado la propagación del virus.
Hasta ahora, 18 personas han sido hospitalizadas debido a complicaciones, y los expertos advierten que el brote podría seguir creciendo, según el DSHS.