Dormir es uno de los procesos más importantes y necesarios para el ser humano, pero muchas veces se ve interrumpido por pesadillas recurrentes y perturbadoras que afectan la calidad de sueño y aumentan el riesgo de padecer problemas físicos y mentales
Según Infobae, se ha demostrado que muchos de los hábitos que realizamos en nuestra vida cotidiana pueden aumentar significativamente la probabilidad de tener pesadillas constantes.
Por ejemplo, cenar en exceso o hacerlo muy tarde mantiene nuestro cuerpo activo, ya que necesita digerir los alimentos, lo que a su vez estimula el cerebro durante la fase REM, el momento en que soñamos con mayor intensidad. Esta activación puede llevar a sueños angustiantes que interrumpen nuestro descanso.
Algo similar ocurre al consumir cafeína y alcohol antes de dormir. El café, el té negro, los refrescos y las bebidas energéticas son un potente estimulante que dificulta alcanzar un sueño profundo. El alcohol, aunque induce somnolencia, altera las fases reparadoras del sueño y puede desencadenar imágenes desagradables.
LA TECNOLOGÍA Y EL ESTRÉS: LA DUPLA DE LAS PESADILLAS RECURRENTES
Otro factor que influye notablemente en la aparición de pesadillas es el uso excesivo de dispositivos electrónicos justo antes de acostarse. La luz azul que emiten celulares, tablets o computadoras inhibe la producción de melatonina, una hormona esencial para regular nuestro ciclo de sueño. Además, las películas de terror y las imágenes de los videojuegos agresivos o de acción pueden quedarse en nuestra mente y manifestarse en momentos inquietantes mientras dormimos.
Las emociones también juegan un papel fundamental. El estrés y la ansiedad acumulados durante el día pueden colarse en nuestros sueños, provocando experiencias oníricas perturbadoras que reflejan preocupaciones o temores no resueltos.

Si a esto sumamos un entorno incómodo, lleno de ruidos, luz, temperaturas extremas o un colchón inadecuado, el sueño se fragmenta manteniendo al cerebro en estado de alerta y facilitando la aparición de pesadillas.
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Si no tiene una rutina de sueño estable, las pesadillas, probablemente, continúen siendo un problema. Cuando no se duerme a horas regulares, se altera el ritmo circadiano, lo que provoca que el cerebro tenga una actividad onírica más intensa y menos controlada, aumentando la probabilidad de sueños inquietantes.
Aunque no siempre podemos evitar las pesadillas, cambiar estos hábitos diarios puede marcar una gran diferencia en la calidad de nuestro descanso. Mantener horarios constantes para dormir, evitar estímulos negativos antes de acostarse, cuidar el ambiente del dormitorio y manejar el estrés son claves para disfrutar de un sueño más tranquilo y reparador.