El famoso caso de Molly Kochan: Le diagnosticaron cáncer terminal, se divorció y decidió tener relaciones con 200 hombres

Kimberly Montilla
5 Min de Lectura
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La primera vez que Molly Kochan dijo en voz alta la palabra metástasis, apenas podía reconocerse en el espejo. Tenía 38 años, un diagnóstico de cáncer de mama avanzado con metástasis cerebral y una certeza que lo cambiaba todo: la vida se le escapaba de sus manos.

Su matrimonio, sus rutinas, los paseos con su perro… todo aquello que antes definía la normalidad se desdibujaba. En su lugar aparecía una pregunta que no daba tregua: ¿cómo se vive cuando sabes que vas a morir?

La enfermedad destrozó su matrimonio —el divorcio llegó poco después del diagnóstico—, y con él también cayó la idea de que debía seguir cumpliendo las expectativas de los demás. “Nadie que tenga fecha de expiración debería preocuparse por eso”, repetía.

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Ante el panorama que la atrapaba, Molly eligió una respuesta inesperada. En medio del dolor y la fragilidad, la mujer decidió explorar su cuerpo y su deseo como si fueran su última frontera, así que inició una odisea sexual con más de 200 hombres, usando aplicaciones de citas y siempre con una radical honestidad:

—Tengo cáncer. Es terminal. Quiero ser clara contigo antes de seguir.

No había lágrimas en esa confesión, sino determinación. Si no podía controlar el tiempo, al menos podía controlar el placer.

Las citas ocurrían en hoteles baratos, departamentos alquilados o, a veces, en el propio carro. El mundo de las apps de citas —Tinder, Bumble, OkCupid— era un mar caótico. Algunos hombres buscaban solo sexo; otros una conexión a través del dolor, reseñó Infobae

 “DYING FOR SEX”: EL PODCAST COMO CONFESIONARIO

Acompañada por su mejor amiga, Nikki Boyer, Molly Kochan convirtió su historia en un podcast titulado “Dying for Sex”, que pronto se volvió viral. Allí hablaba sin filtros: de sexo, de miedo, de vergüenza, de la mirada de los extraños sobre sus cicatrices.

Nikki, a veces incrédula, le preguntaba de frente: ¿Nunca pensaste que estabas siendo egoísta? Molly respondía con una sonrisa: Soy egoísta. Por primera vez en mi vida me lo permito.

“Algunas noches lloraba, no por la soledad, sino por la certeza de que ninguna experiencia sería suficiente para llenar el vacío de lo que me estaba dejando atrás”, narró en el podcast.

Esa honestidad brutal era lo que diferenciaba su relato porque Molly realmente no buscaba ser ejemplo, buscaba sentido y al parecer lo encontró refugiándose en el sexo.

Su cuerpo llevaba las marcas de la guerra: mastectomía, quimioterapia, fatiga, vómitos. Pero también era escenario de placer, de fantasías sin límite, de juegos que desafiaban cualquier norma.

“Si algo me asusta, probablemente debo intentarlo”, decía. Algunas citas eran absurdas, otras emocionantes, algunas profundamente dolorosas. Cada encuentro era una forma de desafiar al olvido.

UNA HISTORIA QUE PREVALECE

Molly Kochan murió en 2019 pero su voz no se apagó con ella. El podcast fue premiado y aplaudido por su valentía y su historia se convirtió en libro y luego en serie. En una de sus últimas grabaciones dejó una frase que lo resume todo: “Tengo miedo de no haber vivido. Lo demás ya no me importa”.

Molly no quiso ser recordada como heroína ni mártir. Fue una mujer que eligió el placer como forma de resistencia, que usó el sexo para dialogar con la muerte y narró con crudeza lo que otros prefieren callar.

Su historia incomoda a muchas personas a otras las conmueve o libera de estereotipos que muchas veces permanecen como “tabú” pero al final, Molly siempre sostuvo una frase: “No sé si viví bien, pero viví a mi modo”.

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