Erik Menéndez, uno de los hermanos condenados por el asesinato de sus padres en 1989, volvió recientemente al Centro Correccional Richard J. Donovan en San Diego, en California (EEUU), tras ser hospitalizado por complicaciones severas en ambos riñones.
Según declaraciones de su hijastra, Talia Menéndez, al recluso lo sometieron a dos cirugías para remover múltiples cálculos de gran tamaño y todavía requiere una tercera intervención.
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Su esposa, Tammi, confirmó que la última operación fue exitosa, aunque Erik continúa con dolor y náuseas durante su recuperación.
Este episodio médico ocurre en un momento crítico. Erik y su hermano Lyle están a semanas de enfrentar una audiencia de libertad condicional, luego de que sus condenas fueran modificadas en mayo a 50 años a cadena perpetua.
En concreto, el juez Michael Jesic declaró en mayo que los hermanos pueden ser resentenciados de 50 años a cadena perpetua, lo que les permitiría optar a la libertad condicional. La junta estatal de libertad condicional todavía deberá considerar el caso y emitir una decisión sobre su liberación, lo que probablemente tardará meses.
Em tanto, el abogado defensor Mark Geragos ha solicitado la liberación médica de Erik, argumentando que su estado de salud es tan delicado que amerita una salida provisional antes de la audiencia.
La petición ha sido dirigida al gobernador de California, Gavin Newsom. Este es quien tiene la facultad de conceder clemencia.
El caso Menéndez ha sido objeto de renovado interés público. En parte, impulsado por producciones como Monsters: The Lyle and Erik Menéndez Story en Netflix, que reavivaron el debate sobre los motivos detrás del crimen.

LA NUEVA OPORTUNIDAD PARA LOS MENÉNDEZ
Los hermanos alegaron haber actuado en defensa propia tras años de abuso sexual por parte de su padre. Sin embargo, la fiscalía sostuvo que el móvil fue económico. Lo que se informó, es que la revisión de sus sentencias se ha apoyado en nuevas evidencias y testimonios que podrían cambiar la percepción del caso.
Más allá del drama judicial, el estado de salud de Erik pone en evidencia las limitaciones del sistema penitenciario estadounidense en el tratamiento de enfermedades compleja. Esto, según la American Civil Liberties Union (ACLU) y organizaciones de derechos humanos.
Estas organizaciones han denunciado la falta de acceso a especialistas y tecnología médica dentro de las cárceles.