París, capital de Francia, es uno de los destinos más románticos para los enamorados que sueñan con pedirle matrimonio a su pareja en la Torre Eiffel o pasear tomados de manos por los Campos Elíseos; sin embargo este importante país de Europa tiene una ley muy particular que permite casarse con un muerto.
Dicha legislación, conocida como matrimonio póstumo, data de hace más de dos siglos y tiene validez legal bajo condiciones estrictas.
La Ley nº 59-1583 fue sancionada el 17 de marzo de 1803, para proteger a las viudas de las guerras. Después se utilizó durante la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, y se modificó en numerosas ocasiones.
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En diciembre de 1959, por ejemplo, cuando la presa de Fréjus colapsó y provocó una catástrofe que dejó 421 víctimas.
Entre los fallecidos se encontraba un joven que iba a casarse pocas semanas después. Su prometida, embarazada al momento de la tragedia, enfrentó la posibilidad de que su hijo naciera fuera del matrimonio, situación que entonces implicaba consecuencias legales y sociales importantes.
La presión pública motivó a las autoridades a modificar la legislación y reconocer el matrimonio aun tras la muerte del contrayente.
DECENAS DE MATRIMONIOS PÓSTUMOS AL AÑO
Si bien es una situación excepcional, según el medio Ouest France, cada año se celebran varias decenas de matrimonios de este tipo en Francia.
El proceso requiere una serie de aprobaciones legales y familiares, y solo puede realizarse si se prueba que el difunto expresó de manera clara su voluntad de casarse.
La solicitud debe dirigirse al presidente de la República, a través del Ministerio de Justicia y de la Dirección de Asuntos Civiles y del Sello. Antes de su aprobación, el expediente pasa por el análisis del Fiscal General del Tribunal de Apelación y del Tribunal de Justicia. Solo entonces el Presidente emite un decreto que autoriza o rechaza el matrimonio.
¿CÓMO ES LA CEREMONIA DE BODAS?
La ceremonia tiene un carácter simbólico. Dada la ausencia obligada del contrayente fallecido, un cuadro con su fotografía suele ocupar un lugar junto a su pareja, según reseña Infobae.
El alcalde local oficia el acto, lee el decreto presidencial y, en lugar de los votos tradicionales, valida el consentimiento ya expresado en vida por el difunto.
Tras la celebración, el cónyuge vivo pasa a ser legalmente viudo o viuda, aunque la unión no implica derechos patrimoniales automáticos.