El exmandatario y candidato favorito Luiz Inácio Lula da Silva y el gobernante Jair Bolsonaro se rodearon este sábado de cientos de sus seguidores en los mayores colegios electorales de Brasil para poner el broche final a una campaña de alta tensión.
Lula encabezó una marcha «de la victoria» en la ciudad de Sao Paulo, acompañado del expresidente uruguayo José Mujica (2010-2015).
Por su parte, Bolsonaro dio un paseo en moto en Belo Horizonte, capital del decisivo estado de Minas Gerais.
Han sido dos meses y medio de una campaña encarnizada, extremadamente polarizada y con altas dosis de desinformación y juego sucio. Los dos candidatos se han cruzado acusaciones de todo tipo, desde corrupción hasta canibalismo y pedofilia.
Lula, abanderado de un amplio frente progresista, llega como favorito para la segunda vuelta electoral de este domingo. Pero el margen de ventaja sobre el líder ultraderechista se ha estrechado, según los últimos sondeos.
LULA ELEVA EL TONO
En una breve rueda de prensa, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) acusó a Bolsonaro de «mentir descaradamente» durante toda la campaña.
En este sentido, lo acusó de ser «una filial» del expresidente estadounidense Donald Trump por tener una «fábrica» de desinformación.
«Un ciudadano de esos, descontrolado, no tiene condiciones psíquicas de gobernar» un país del tamaño de Brasil, apuntó el dirigente progresista.
Lula venció en la primera vuelta electoral con un 48,4 % de los votos frente al 43,2 % que obtuvo Bolsonaro.
También le achacó «aislar totalmente» a Brasil de la esfera internacional y, por todo ello, cree que ganará y volverá a la Presidencia para «reconstruir» todo lo que fue implementado durante sus dos mandatos (2003-2010).
«Me parece que el pueblo brasileño está cansado y creo que va a cambiar este Gobierno», apuntó.
Mujica apostó igualmente por el triunfo de Lula como forma de «superar» el «odio» y el «rencor» instalado a partir del Gobierno de Bolsonaro, que asumió el poder en enero de 2019.
«Esta no es una elección entre la izquierda y la derecha, es entre la democracia y el autoritarismo», aseveró.
BOLSONARO EN BELO HORIZONTE
En Belo Horizonte, Bolsonaro, vestido con una camiseta con los colores verde y amarillo de la bandera brasileña, encabezó una de sus tradicionales marchas moteras por las calles de la ciudad, donde saludó y se tiró fotos antes de volar a Río de Janeiro, donde votará el domingo.
En mensajes divulgados en sus redes sociales, sacó pecho de su gestión económica y volvió a atacar a Lula, al que acusó de ser una figura anclada «en el pasado» y estar «preso en la época en que el brasileño era esclavizado».
Antes, en un vídeo divulgado por su campaña, el capitán retirado del Ejército convocó a sus simpatizantes a ser «fiscales» de la votación en los colegios electorales.
«Amigos y amigas, este próximo domingo, ahora, mañana, sea fiscal de Bolsonaro. En el lugar de votación, usted estará atento, pendiente de todo lo que ocurra allí dentro. Ayude a nuestro Brasil», manifestó.
Bolsonaro lidera una campaña de descrédito contra el sistema de votación electrónico, que el país utiliza desde hace casi tres décadas sin sombra de sospecha, y ha criticado ferozmente a las autoridades electorales, que considera que están maniobrando a favor de Lula.
También insinuó que no reconocería el resultado en caso de una derrota, aunque en la noche del viernes, tras finalizar el último debate televisado con Lula, se comprometió a respetar el resultado pierda o gane.
«El que tenga más votos, ganará. Eso es democracia», sentenció después de meses de especulaciones.
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Ello después de una semana agitada en la que denunció haber sido perjudicado en la difusión de propaganda electoral en un grupo de radios, lo que, según aliados, le hizo plantearse incluso pedir un aplazamiento de las elecciones, lo que finalmente descartó.
Lula y Bolsonaro eligieron cerrar sus campañas en dos estados clave para la carrera presidencial. Sao Paulo y Minas Gerais son los dos mayores colegios electorales del país, con 34,6 millones y 16,2 millones de electores, respectivamente.
En la primera vuelta, Bolsonaro ganó en Sao Paulo y Lula en Minas Gerais, considerado una suerte de fiel de la balanza. Muy parecido a lo que ocurre en Estados Unidos con el estado de Ohio.